El otro mundial de Argentina
“Vamos, vamos Argentina, vamos, vamos a ganar…” es la canción que resuena, cada vez que nuestra selección juega algún partido durante este mundial de Brasil.
Pero.....
Pero.....
no solamente en nuestro país o en las canchas del país anfitrión, sino también en muchos lugares del mundo donde hay compatriotas esparcidos.
Cantan, se abrazan y alientan mirando cada partido en algún bar o restaurante que lo muestre.
Ya sea en Estepona (España), París, Amsterdam, Toronto o en la mismísima Londres.
Yo, por mi parte también vi todos los partidos jugados, por el equipo de Sabella.
Y los vi en cada uno de los lugares que mencioné más arriba.
Y a los que se juntaban a alentar, los noté resignados, con un amor profundo hacia su patria, pero con esa mirada que dice “ no estoy acá porque lo deseo”….
Y así fue que empecé a hablar con algunos, y ver que hacían allí, hace cuanto que estaban, y saber ¿por qué dejaron Argentina?
En realidad, imaginaba respuestas distintas. Pensé que su mayoría estarían allí desde los tiempos de la dictadura militar, y como exiliados de esos tiempos.
Pero me equivoqué. La gran mayoría son “nuevos exiliados” (así se autodenominan ellos).
Entre 6 y 8 años pasaron desde que se fueron, en algunos casos, o los “ayudaron a irse” en otros.
En Londres, un Biólogo mira el partido contra Nigeria en la famosa Picadilly Circus y me dice: “yo fui uno de los científicos recuperados”, pero es todo verso. Me contactaron y me pidieron ayuda en un proyecto que llamaron de interés nacional. ¿Cómo iba a decir que no?” y agregó. “levanté a mi familia, incluidas mis dos hijas que ya iban a la escuela acá, y nos volvimos a Buenos Aires. Nos recibieron con pompas y platillos e hicieron publicidad a nuestra costa. El proyecto no existía, no era nada” Tres semanas más tarde estaba de regreso en Londres, y nadie entendía nada. Por suerte la escuela aceptó a mis hijas enseguida, que era lo más traumático para nosotros” Para terminar me dijo “y mira que me dijeron que cubrirían mis expensas y las de mi familia por mudarnos allá. Me mandaron un formulario para rellenar, al que debía añadir todos los recibos de lo que gastábamos. 16000 dólares me costó todo, y aún no he visto ni un centavo. Les haré juicio, porque me estafaron. Económica y moralmente. Mi propio país, mi propio gobierno, una vergüenza y mucha tristeza”
Su relato fue sólo interrumpido cada vez que Argentina, el país al que aún siente como suyo, hacía un gol.
En Estepona, 20 minutos al oeste de Marbella, en la Costa del Sol en España, unos 100 argentinos miraban a la selección ganarle con mucho esfuerzo a Irán.
Había tensión en las caras, preocupación y mucha frustración, y yo, sentado con Venancio, un formoseño, que se tuvo que ir, porque las autoridades de su provincia lo amenazaron.
Me lo contó así: “tenía mi casa en la capital de la provincia. Muy bonita, heredada de mis abuelos y mis padres. El gobernador la quería a toda costa. Me hizo ofertas, que no podía aceptar, porque esa casa, tiene la historia de tres generaciones de mi familia. No se la vendía a nadie.
Un día cayeron las autoridades locales, mostrándome un proyecto de rutas y caminos del gobierno, que pasaban por mi casa. Ello, los autorizaba, si el proyecto era pasado, a tomar no solamente mi propiedad, pero otras aledañas por donde la nueva carretera iba a pasar” con mucha tristeza en su expresión continuó su relato: “Claro que me opuse. Contacté a la oposición, y fueron ellos los que me dijeron que dicho proyecto no existía, que ninguna carretera estaba planeada para esa zona. Entonces recurrí a la justicia, y ahí, empezaron las amenazas. No sólo en mi contra, sino contra mis hijos”. En este momento ya había lágrimas en sus ojos “si seguís con la causa, te quedás sin casa y sin familia, me decían. Seguían a mis hijos. Me mandaban mensajes a través de mi mujer, diciéndome que la casa ya era de ellos, etc. Y no pude más. Recé por mis antepasados, y les pedí perdón por dejar la casa, y nos vinimos aquí. 4 años ya. No es que esto no sea lindo, ni nada, pero no estamos por elección nuestra, no me dejaron otra que irme”
Argentina clasificó a la segunda ronda y en París el partido contra Suiza se sufrió minuto a minuto, y cuando llegó ese gol en el suplementario, el desahogo y la alegría fueron inmensas.
Alberto, es del Chaco, era trabajador público en la municipalidad de la capital provincial.
Y descubrió que, algunos de sus colegas de oficina, andaban en algo raro. No podía ser, que con el mismo trabajo y el mismo sueldo, los demás tuvieran un estilo tanto más alto que el suyo.
Medio broma y medio en serio, Alberto les empezó a decir, como los envidiaba y como quería vivir como ellos.
En una fiesta, uno de sus colegas, se confesó y explico que ellos habían llegado a sus puestos de trabajo por militancia y favores al Gobernador Capitanich. Que esos favores, eran muy bien pagados y que si él lo deseaba, podía unirse al grupo.
Al indagar más, se enteró que estos señores, ayudaban a falsificar contratos y subcontratos de trabajo con empresas que no existían, para supuestamente, llevar a cabo obras en la provincia a sobreprecios alucinantes. Y de estos falsos contratos, ellos cobraban su comisión, mientras que la gran mayoría del dinero llegaba a la gobernación.
Alberto, no quiso ser parte de esto, pero tampoco pudo darse el lujo de dejar su trabajo.
Al darse cuenta sus compañeros, que le habían dicho más de la cuenta y que sabía demasiado sobre sus actividades, comenzaron una campaña de desprestigio en su contra, al mismo tiempo que intimidaciones y demás, que convirtieron su vida en imposible de vivir.
Dejó su puesto de trabajo muy asustado y se aprestaba a mudarse con su familia a Buenos Aires, cuando los mensajes le empezaron a llegar, afirmándole, que sabían a donde iba y que no por irse de Resistencia, viviría en paz.
Tenía familia acá en París y lo ayudaron a levantar todo y venirse para Francia.
Contra Bélgica, el partido fue más distendido, por ese gol tempranero de Higuaín. Y en Toronto, Canadá, el grupo siguiendo la acción estaba muy relajado.
Allá encontré a Hugo Castro, un arquitecto que terminó allí, por rehusarse a ser corrupto.
Lo llamaron del gobierno nacional, para que presentara un proyecto de remodelación para un hospital muy conocido.
Al presentar su pequeño modelo y darles a las autoridades el costo de la obra, intentaron que vuelva a armar el precio, elevando los costos de manera grosera, para que cada persona y departamento gubernamental que formara parte de esta obra, pudiese tener su “premio” por “participar”.
Hugo les dijo que él no podía, ni quería hacer eso. Que en su opinión, hospitales eran muy importantes para un país, y que nadie debía beneficiarse económicamente con la modernización o construcción de uno o más.
Las palabras textuales que le transmitieron desde el ministerio de obras públicas y de salud de la nación fueron: “firmá o sos boleta”, por lo que decidió armar su valija e irse del país, hacia Canadá, donde profesionales son siempre buscados y bienvenidos.
Y llegará el turno de la semifinal contra Holanda y seguro que si yo siguiese viajando, encontraría más historias como las que les acabo de revelar.
Los argentinos gozamos con el fútbol, es una pasión nuestra y que nos une sin distinción de colores.
Espero ansioso, el día en que nuestros gobiernos, dejen de lado la corrupción y el abuso de poder, para defender sus propios intereses, e intenten unirnos y no desparramarnos por el mundo y desterrarnos.
Los argentinos queremos festejar en casa, en nuestro país.
Cantan, se abrazan y alientan mirando cada partido en algún bar o restaurante que lo muestre.
Ya sea en Estepona (España), París, Amsterdam, Toronto o en la mismísima Londres.
Yo, por mi parte también vi todos los partidos jugados, por el equipo de Sabella.
Y los vi en cada uno de los lugares que mencioné más arriba.
Y a los que se juntaban a alentar, los noté resignados, con un amor profundo hacia su patria, pero con esa mirada que dice “ no estoy acá porque lo deseo”….
Y así fue que empecé a hablar con algunos, y ver que hacían allí, hace cuanto que estaban, y saber ¿por qué dejaron Argentina?
En realidad, imaginaba respuestas distintas. Pensé que su mayoría estarían allí desde los tiempos de la dictadura militar, y como exiliados de esos tiempos.
Pero me equivoqué. La gran mayoría son “nuevos exiliados” (así se autodenominan ellos).
Entre 6 y 8 años pasaron desde que se fueron, en algunos casos, o los “ayudaron a irse” en otros.
En Londres, un Biólogo mira el partido contra Nigeria en la famosa Picadilly Circus y me dice: “yo fui uno de los científicos recuperados”, pero es todo verso. Me contactaron y me pidieron ayuda en un proyecto que llamaron de interés nacional. ¿Cómo iba a decir que no?” y agregó. “levanté a mi familia, incluidas mis dos hijas que ya iban a la escuela acá, y nos volvimos a Buenos Aires. Nos recibieron con pompas y platillos e hicieron publicidad a nuestra costa. El proyecto no existía, no era nada” Tres semanas más tarde estaba de regreso en Londres, y nadie entendía nada. Por suerte la escuela aceptó a mis hijas enseguida, que era lo más traumático para nosotros” Para terminar me dijo “y mira que me dijeron que cubrirían mis expensas y las de mi familia por mudarnos allá. Me mandaron un formulario para rellenar, al que debía añadir todos los recibos de lo que gastábamos. 16000 dólares me costó todo, y aún no he visto ni un centavo. Les haré juicio, porque me estafaron. Económica y moralmente. Mi propio país, mi propio gobierno, una vergüenza y mucha tristeza”
Su relato fue sólo interrumpido cada vez que Argentina, el país al que aún siente como suyo, hacía un gol.
En Estepona, 20 minutos al oeste de Marbella, en la Costa del Sol en España, unos 100 argentinos miraban a la selección ganarle con mucho esfuerzo a Irán.
Había tensión en las caras, preocupación y mucha frustración, y yo, sentado con Venancio, un formoseño, que se tuvo que ir, porque las autoridades de su provincia lo amenazaron.
Me lo contó así: “tenía mi casa en la capital de la provincia. Muy bonita, heredada de mis abuelos y mis padres. El gobernador la quería a toda costa. Me hizo ofertas, que no podía aceptar, porque esa casa, tiene la historia de tres generaciones de mi familia. No se la vendía a nadie.
Un día cayeron las autoridades locales, mostrándome un proyecto de rutas y caminos del gobierno, que pasaban por mi casa. Ello, los autorizaba, si el proyecto era pasado, a tomar no solamente mi propiedad, pero otras aledañas por donde la nueva carretera iba a pasar” con mucha tristeza en su expresión continuó su relato: “Claro que me opuse. Contacté a la oposición, y fueron ellos los que me dijeron que dicho proyecto no existía, que ninguna carretera estaba planeada para esa zona. Entonces recurrí a la justicia, y ahí, empezaron las amenazas. No sólo en mi contra, sino contra mis hijos”. En este momento ya había lágrimas en sus ojos “si seguís con la causa, te quedás sin casa y sin familia, me decían. Seguían a mis hijos. Me mandaban mensajes a través de mi mujer, diciéndome que la casa ya era de ellos, etc. Y no pude más. Recé por mis antepasados, y les pedí perdón por dejar la casa, y nos vinimos aquí. 4 años ya. No es que esto no sea lindo, ni nada, pero no estamos por elección nuestra, no me dejaron otra que irme”
Argentina clasificó a la segunda ronda y en París el partido contra Suiza se sufrió minuto a minuto, y cuando llegó ese gol en el suplementario, el desahogo y la alegría fueron inmensas.
Alberto, es del Chaco, era trabajador público en la municipalidad de la capital provincial.
Y descubrió que, algunos de sus colegas de oficina, andaban en algo raro. No podía ser, que con el mismo trabajo y el mismo sueldo, los demás tuvieran un estilo tanto más alto que el suyo.
Medio broma y medio en serio, Alberto les empezó a decir, como los envidiaba y como quería vivir como ellos.
En una fiesta, uno de sus colegas, se confesó y explico que ellos habían llegado a sus puestos de trabajo por militancia y favores al Gobernador Capitanich. Que esos favores, eran muy bien pagados y que si él lo deseaba, podía unirse al grupo.
Al indagar más, se enteró que estos señores, ayudaban a falsificar contratos y subcontratos de trabajo con empresas que no existían, para supuestamente, llevar a cabo obras en la provincia a sobreprecios alucinantes. Y de estos falsos contratos, ellos cobraban su comisión, mientras que la gran mayoría del dinero llegaba a la gobernación.
Alberto, no quiso ser parte de esto, pero tampoco pudo darse el lujo de dejar su trabajo.
Al darse cuenta sus compañeros, que le habían dicho más de la cuenta y que sabía demasiado sobre sus actividades, comenzaron una campaña de desprestigio en su contra, al mismo tiempo que intimidaciones y demás, que convirtieron su vida en imposible de vivir.
Dejó su puesto de trabajo muy asustado y se aprestaba a mudarse con su familia a Buenos Aires, cuando los mensajes le empezaron a llegar, afirmándole, que sabían a donde iba y que no por irse de Resistencia, viviría en paz.
Tenía familia acá en París y lo ayudaron a levantar todo y venirse para Francia.
Contra Bélgica, el partido fue más distendido, por ese gol tempranero de Higuaín. Y en Toronto, Canadá, el grupo siguiendo la acción estaba muy relajado.
Allá encontré a Hugo Castro, un arquitecto que terminó allí, por rehusarse a ser corrupto.
Lo llamaron del gobierno nacional, para que presentara un proyecto de remodelación para un hospital muy conocido.
Al presentar su pequeño modelo y darles a las autoridades el costo de la obra, intentaron que vuelva a armar el precio, elevando los costos de manera grosera, para que cada persona y departamento gubernamental que formara parte de esta obra, pudiese tener su “premio” por “participar”.
Hugo les dijo que él no podía, ni quería hacer eso. Que en su opinión, hospitales eran muy importantes para un país, y que nadie debía beneficiarse económicamente con la modernización o construcción de uno o más.
Las palabras textuales que le transmitieron desde el ministerio de obras públicas y de salud de la nación fueron: “firmá o sos boleta”, por lo que decidió armar su valija e irse del país, hacia Canadá, donde profesionales son siempre buscados y bienvenidos.
Y llegará el turno de la semifinal contra Holanda y seguro que si yo siguiese viajando, encontraría más historias como las que les acabo de revelar.
Los argentinos gozamos con el fútbol, es una pasión nuestra y que nos une sin distinción de colores.
Espero ansioso, el día en que nuestros gobiernos, dejen de lado la corrupción y el abuso de poder, para defender sus propios intereses, e intenten unirnos y no desparramarnos por el mundo y desterrarnos.
Los argentinos queremos festejar en casa, en nuestro país.