La historia que sigue es 100 por ciento
verdadera y comprobable para aquellos que deseen hacerlo.
Al comenzar el relato, parece una simple
historia de película de amor americana, pero les aseguro que no lo es. Es más, está muy lejos de serlo.
Es una historia escalofriante de las que suceden ....
verdadera y comprobable para aquellos que deseen hacerlo.
Al comenzar el relato, parece una simple
historia de película de amor americana, pero les aseguro que no lo es. Es más, está muy lejos de serlo.
Es una historia escalofriante de las que suceden ....
muchísimas en nuestro país, bajo nuestras narices, día a día y ni siquiera nos enteramos. Y peor aún, pasa hace años ya.
Les recomiendo muchísimo, leerla hasta el final, así saben dentro de que Argentina vivimos.
La trama comienza en Málaga, en la costa del sol española. Situada a orillas del mediterráneo, es una ciudad donde historia antigua y moderna conviven creando bellisimos contrastes.
Está en la región de Andalucía, y muy cerca de famosos complejos balnearios de renombre internacional como Marbella, Fuengirola, Torremolinos e incluso solo a una hora y media de coche del peñón de Gibraltar.
Andalucía es una región muy rica de España y que fue, a través de los anos centro de muchas batallas territoriales. Aquí reinaron los romanos y un poco después los otomanos con sus monumentales palacios y mezquitas, pero también los franceses, los británicos y holandeses se disputaron la zona fuertemente.
Málaga es adonde nació y se crio Ricardo Quiroz Olmos (a pedido de su familia, hemos cambiado su nombre), de hoy 37 años.
Después de terminar sus estudios terciarios, recibiéndose de ingeniero civil, Ricardo se casó con Araceli, con quien tuvo dos hijos.
Su matrimonio, no fue feliz y termino en separación y depresión. SI bien veía a sus hijos los fines de semana, no tenerlos junto a el a diario lo comía por
dentro.
Tuvo problemas de alcoholismo, pero con la ayuda de sus seres queridos, fue a un centro de rehabilitación y decidió comenzar una nueva vida.
Por internet, conoció a una chica argentina con la que comenzó a chatear y comunicarse casi todos los días.
Se hicieron muy amigos, y así hablando online decidieron encontrarse.
Ricardo viajo a Rosario, de donde era su amiga con las suspicacias que todo ser inteligente tiene en estas situaciones. Incluso tenía un plan B, en caso que esta chica no fuese la que decía ser.
Grande fue su satisfacción al ver que la de la foto en su fórum de internet, era justamente la misma chica que lo vino a buscar a la estación de tren.
Enseguida comenzaron a llevarse bien, exactamente como lo hacían cada vez que se conectaban por las redes sociales.
Los primeros días fueron muy idílicos, se quedaban en la casa de ella, modesta, pero acogedora, y para cumplir con su parte, el la llevaba a cenar, al cine y
demás.
Paso lo que debía pasar en toda pareja y llego de manera natural y pareció lo
correcto.
La mañana siguiente, al despertarse, Matilde (otra vez nombre cambiado, esta vez por razones legales), le confeso a Ricardo que ella solo tenía 15 años.
Dos hombres entraron en seguida a la casa (sin golpear y como si estuviesen escuchando todo lo que sucedía allí adentro) y comenzaron a hablar con Ricardo, al que se dirigieron por nombre y apellido, aunque era la primera vez que lo veían.
Le explicaron que en la Argentina, la pena por el crimen que él había cometido era muy larga, y que casi ninguna persona condenada por pedofilia, sobrevivía las condiciones de la cárcel y que terminaban muy mal.
Ellos podían ofrecerle una solución y muy rápida. Todo lo que Ricardo debía hacer era tragarse cuatro bolsas conteniendo cocaína y llevarlas a Colombia.
Le aseguraron que el material usado en las bolsas era de total seguridad, que los controles y perros no podían detectarlos.
Le indicaron que una vez que la droga fuese entregada, el sería enviado en el
primer vuelo desde allí, hacia España y de su historia nadie se enteraría.
El en principio se negó, pero los hombres insistieron y lo persuadieron al mostrarle fotos que ellos habían tomado de sus hijos en Málaga.
Ricardo trago las bolsas y llego a Buenos Aires desde donde se dispuso a viajar a Colombia.
Al pasar los controles, nada fue detectado, sin embargo 1 o 2 minutos más tarde, la policía aeroportuaria lo detuvo y lo llevaron a un cuarto privado, adonde al hacerle exámenes le detectaron las bolsas con la cocaína.
Ricardo fue arrestado y se encuentra desde ese momento, hace 6 años, en una cárcel argentina, adonde dice, hay muchos extranjeros alojados que vivieron idéntica situación a la suya.
Esto nos muestra un proceso de trabajo conjunto entre narcotraficantes internacionales y la policía aeroportuaria de nuestro país, pero también a familias locales que ponen a sus hijas en este tipo de situaciones, bajo quien sabe que promesas.
El modus operandi es simple. Para que la mayoría de la droga que viaja pueda pasar inadvertida, los narcos corrompen a la policía.
Muchos como Ricardo (personas vulnerables pero de cierta educación) son engañosamente traídos al país, haciéndolos enamorar mediante redes sociales de las chicas (menores de edad en casi todos los casos). Una vez concertada la cita (que los criminales estén dispuestos a invertir tiempo y paciencia en este sistema es una muestra del dinero que mueve este negocio), la trampa esta tendida.
Los que viajan con la droga en sus estómagos, son marcados a la policía por los narcos y así los detienen, mientras que otros delincuentes, en el mismo vuelo viajan con cantidades millonarias de estupefacientes sin problema alguno.
Así, la policía parece eficiente, y el sacrificio para los malvivientes es
menor.
La historia en sí, es bastante terrible, pero los problemas de Ricardo empiezan solo ahí.
Una vez adentro, lo visitan regularmente abogados de los carteles, que le traen cosas de su familia, pero en cada visita le recuerdan de lo que puede sucederle a sus seres queridos si el abre la boca.
Por su parte, para que el reciba cosas de su familia (frazadas, almohadas, comida, etc), estos abogados les hacen pagar mil euros cada vez que le mandan algo.
Ricardo sigue aún, esperando juicio. La sentencia por su crimen, será de 10 a 15 años, así que ni bien se lo sentencie, seguramente será liberado.
Su familia ha intentado en vano, acelerar el caso, vía la embajada española en
Argentina.
Nada, ni nadie les importa a los carteles de la droga.
Por cada uno como Ricardo que va preso, un narco es liberado de cualquier manera, incluso disfrazados como escapes carcelarios ridículos como los que vemos últimamente. Pero de la mayoría, ni nos enteramos.
Los que dicen que nuestro país no tiene este problema, están equivocados.
Como este caso hay muchísimos, en nuestra patria y la colaboración para con los criminales viene desde adentro y desde las esferas más altas, a tal punto, que las embajadas extranjeras no pueden llegar al fondo de la maraña.
Les recomiendo muchísimo, leerla hasta el final, así saben dentro de que Argentina vivimos.
La trama comienza en Málaga, en la costa del sol española. Situada a orillas del mediterráneo, es una ciudad donde historia antigua y moderna conviven creando bellisimos contrastes.
Está en la región de Andalucía, y muy cerca de famosos complejos balnearios de renombre internacional como Marbella, Fuengirola, Torremolinos e incluso solo a una hora y media de coche del peñón de Gibraltar.
Andalucía es una región muy rica de España y que fue, a través de los anos centro de muchas batallas territoriales. Aquí reinaron los romanos y un poco después los otomanos con sus monumentales palacios y mezquitas, pero también los franceses, los británicos y holandeses se disputaron la zona fuertemente.
Málaga es adonde nació y se crio Ricardo Quiroz Olmos (a pedido de su familia, hemos cambiado su nombre), de hoy 37 años.
Después de terminar sus estudios terciarios, recibiéndose de ingeniero civil, Ricardo se casó con Araceli, con quien tuvo dos hijos.
Su matrimonio, no fue feliz y termino en separación y depresión. SI bien veía a sus hijos los fines de semana, no tenerlos junto a el a diario lo comía por
dentro.
Tuvo problemas de alcoholismo, pero con la ayuda de sus seres queridos, fue a un centro de rehabilitación y decidió comenzar una nueva vida.
Por internet, conoció a una chica argentina con la que comenzó a chatear y comunicarse casi todos los días.
Se hicieron muy amigos, y así hablando online decidieron encontrarse.
Ricardo viajo a Rosario, de donde era su amiga con las suspicacias que todo ser inteligente tiene en estas situaciones. Incluso tenía un plan B, en caso que esta chica no fuese la que decía ser.
Grande fue su satisfacción al ver que la de la foto en su fórum de internet, era justamente la misma chica que lo vino a buscar a la estación de tren.
Enseguida comenzaron a llevarse bien, exactamente como lo hacían cada vez que se conectaban por las redes sociales.
Los primeros días fueron muy idílicos, se quedaban en la casa de ella, modesta, pero acogedora, y para cumplir con su parte, el la llevaba a cenar, al cine y
demás.
Paso lo que debía pasar en toda pareja y llego de manera natural y pareció lo
correcto.
La mañana siguiente, al despertarse, Matilde (otra vez nombre cambiado, esta vez por razones legales), le confeso a Ricardo que ella solo tenía 15 años.
Dos hombres entraron en seguida a la casa (sin golpear y como si estuviesen escuchando todo lo que sucedía allí adentro) y comenzaron a hablar con Ricardo, al que se dirigieron por nombre y apellido, aunque era la primera vez que lo veían.
Le explicaron que en la Argentina, la pena por el crimen que él había cometido era muy larga, y que casi ninguna persona condenada por pedofilia, sobrevivía las condiciones de la cárcel y que terminaban muy mal.
Ellos podían ofrecerle una solución y muy rápida. Todo lo que Ricardo debía hacer era tragarse cuatro bolsas conteniendo cocaína y llevarlas a Colombia.
Le aseguraron que el material usado en las bolsas era de total seguridad, que los controles y perros no podían detectarlos.
Le indicaron que una vez que la droga fuese entregada, el sería enviado en el
primer vuelo desde allí, hacia España y de su historia nadie se enteraría.
El en principio se negó, pero los hombres insistieron y lo persuadieron al mostrarle fotos que ellos habían tomado de sus hijos en Málaga.
Ricardo trago las bolsas y llego a Buenos Aires desde donde se dispuso a viajar a Colombia.
Al pasar los controles, nada fue detectado, sin embargo 1 o 2 minutos más tarde, la policía aeroportuaria lo detuvo y lo llevaron a un cuarto privado, adonde al hacerle exámenes le detectaron las bolsas con la cocaína.
Ricardo fue arrestado y se encuentra desde ese momento, hace 6 años, en una cárcel argentina, adonde dice, hay muchos extranjeros alojados que vivieron idéntica situación a la suya.
Esto nos muestra un proceso de trabajo conjunto entre narcotraficantes internacionales y la policía aeroportuaria de nuestro país, pero también a familias locales que ponen a sus hijas en este tipo de situaciones, bajo quien sabe que promesas.
El modus operandi es simple. Para que la mayoría de la droga que viaja pueda pasar inadvertida, los narcos corrompen a la policía.
Muchos como Ricardo (personas vulnerables pero de cierta educación) son engañosamente traídos al país, haciéndolos enamorar mediante redes sociales de las chicas (menores de edad en casi todos los casos). Una vez concertada la cita (que los criminales estén dispuestos a invertir tiempo y paciencia en este sistema es una muestra del dinero que mueve este negocio), la trampa esta tendida.
Los que viajan con la droga en sus estómagos, son marcados a la policía por los narcos y así los detienen, mientras que otros delincuentes, en el mismo vuelo viajan con cantidades millonarias de estupefacientes sin problema alguno.
Así, la policía parece eficiente, y el sacrificio para los malvivientes es
menor.
La historia en sí, es bastante terrible, pero los problemas de Ricardo empiezan solo ahí.
Una vez adentro, lo visitan regularmente abogados de los carteles, que le traen cosas de su familia, pero en cada visita le recuerdan de lo que puede sucederle a sus seres queridos si el abre la boca.
Por su parte, para que el reciba cosas de su familia (frazadas, almohadas, comida, etc), estos abogados les hacen pagar mil euros cada vez que le mandan algo.
Ricardo sigue aún, esperando juicio. La sentencia por su crimen, será de 10 a 15 años, así que ni bien se lo sentencie, seguramente será liberado.
Su familia ha intentado en vano, acelerar el caso, vía la embajada española en
Argentina.
Nada, ni nadie les importa a los carteles de la droga.
Por cada uno como Ricardo que va preso, un narco es liberado de cualquier manera, incluso disfrazados como escapes carcelarios ridículos como los que vemos últimamente. Pero de la mayoría, ni nos enteramos.
Los que dicen que nuestro país no tiene este problema, están equivocados.
Como este caso hay muchísimos, en nuestra patria y la colaboración para con los criminales viene desde adentro y desde las esferas más altas, a tal punto, que las embajadas extranjeras no pueden llegar al fondo de la maraña.