El otro día miraba la película, de alguna manera biográfica “Maradona”, y escuchaba al preparador físico Fernando Signorini decir que Diego y Maradona, eran dos personas distintas.
Increíblemente al oír eso, en mi cabeza se advinieron dos palabras: mérito y oportunidades.
Increíblemente al oír eso, en mi cabeza se advinieron dos palabras: mérito y oportunidades.
Unas semanas atrás, el que se refirió a estos dos términos, fue el presidente de la nación, diciendo que estaba cansado de la meritocracia, y que creía fervientemente en la igualdad de oportunidades.
Dichas declaraciones, trajeron a mi mente una vez más, las palabras de Signorini.
Dos personas distintas, dentro de una sola.
Diego, nació en la máxima humildad, en la pobreza absoluta, donde nuestro presidente nos dice que no hay oportunidades.
Lo único que hacía feliz a Diego, era jugar al fútbol con sus amigos en la villa.
Pronto fue obvio que, para ese deporte, tenía una habilidad especial.
El pibe, creyendo en sí mismo y en los consejos que le daba gente cercana, empezaba a jugar en clubes más organizados, donde se destacaba cada vez más, hasta llegar así, a la Asociación Atlética Argentinos Juniors.
De ahí en más, sus performances (méritos) lo llevaron a Boca, Barcelona, Nápoli, y la selección.
A medida que Diego iba progresando y mejorando, su alter ego Maradona, empezaba a crecer con él.
Diego entró en un mundo (dentro de la cancha), para el que tenía capacidad de sobra, y mucho mérito, pero también a otro (la vida y el status social fuera de la cancha), para la que no estaba preparado.
Diego hablaba con su juego, adentro de la cancha y no había otro igual. Iba cumpliendo etapas y sueños.
Cuando todo iba bien, Diego, era Diego. Pero esa parte suya, no sabía manejarse frente a las cámaras, o la vida extravagante que se le exigía socialmente.
Maradona, vio esa “oportunidad”, y a pura arrogancia, se encargó de repente, sin haber hecho ningún mérito para ocupar ese rol, de ser el que hablaba y tomaba decisiones.
Diego, se refugió cada vez más en Maradona, para que este actúe por él, donde él no podía.
Diego, llegó a ser campeón del mundo y el mejor de su generación, pero Maradona, lo destruyó todo, por darle más y más cabida a esa parte suya que no tenía preparación.
Esto demuestra, que las oportunidades están siempre ahí, latentes. Siempre hay “clubes buscando jugadores”, pero en definitiva, perdurar y tener éxito, depende en reconocer cual de esas oportunidades son para uno, e intentar merecerlas a diario.
No se le puede dar a un pibe fuerte la chance de pelear con Tyson, sólo por ser fuerte. Para llegar a ese nivel, tiene que formar una carrera, un currículum y merecerlo.
No se le puede dar a Malena Galmarini la dirección de AySa, por ejemplo, porque el cargo estaba vacante y había que llenarlo.
Es una posición que requiere conocimiento y formación, en áreas que ella no tiene.
Darle ese trabajo a ella, no es una “oportunidad”, es una irresponsabilidad de quien lo ofrece y quien lo acepta.
La oportunidad, es el cargo a cubrir. Igualdad de oportunidades, sería entrevistar candidatos con los requisitos necesarios, y elegir entre ellos.
Cuando eso no ocurre, y se nombra a dedo, lo que ocurre es simple. Cuando algo no funciona como debiera, en vez de solucionarlo, se le echa la culpa a otro.
Es decir, si una planta en san Martín, que abastece a la villa 31 de CABA, tiene un problema, y Malena y debe resolverlo, como cabeza de ese ente, no puede salir a decir “no tengo idea como arreglarlo”, por lo que es más fácil decir “Larreta, dale agua a la villa 31”
Lo mismo ocurre con la obra pública. Como Katópodis no tiene capacidad en el área, ni intenciones de hacer nada nuevo, y no puede admitirlo, es que por publicidad y efecto, inaugura cosas que en realidad son de otros gobiernos, y que fueron llevadas a cabo y planificadas por gente con sabiduría y méritos.
La lista es extensa y podría seguir mostrando ejemplos, como cancillería, economía y el INADI.
Los países exitosos, sean de la tendencia ideológica que sean, tienen personas idóneas cubriendo cargos importantes.
Quizás el que hoy sea el más indicado para sacar a un país de su deuda, mañana no sea el mejor, para insertar a ese país en el mercado internacional, y deba ser reemplazado.
Pero para reconocer estas distintas etapas, dentro de cada área, la persona que lo maneja todo, debe estar allí también por capacidad y mérito, y no porque su compañera de fórmula así lo decidió.
Dichas declaraciones, trajeron a mi mente una vez más, las palabras de Signorini.
Dos personas distintas, dentro de una sola.
Diego, nació en la máxima humildad, en la pobreza absoluta, donde nuestro presidente nos dice que no hay oportunidades.
Lo único que hacía feliz a Diego, era jugar al fútbol con sus amigos en la villa.
Pronto fue obvio que, para ese deporte, tenía una habilidad especial.
El pibe, creyendo en sí mismo y en los consejos que le daba gente cercana, empezaba a jugar en clubes más organizados, donde se destacaba cada vez más, hasta llegar así, a la Asociación Atlética Argentinos Juniors.
De ahí en más, sus performances (méritos) lo llevaron a Boca, Barcelona, Nápoli, y la selección.
A medida que Diego iba progresando y mejorando, su alter ego Maradona, empezaba a crecer con él.
Diego entró en un mundo (dentro de la cancha), para el que tenía capacidad de sobra, y mucho mérito, pero también a otro (la vida y el status social fuera de la cancha), para la que no estaba preparado.
Diego hablaba con su juego, adentro de la cancha y no había otro igual. Iba cumpliendo etapas y sueños.
Cuando todo iba bien, Diego, era Diego. Pero esa parte suya, no sabía manejarse frente a las cámaras, o la vida extravagante que se le exigía socialmente.
Maradona, vio esa “oportunidad”, y a pura arrogancia, se encargó de repente, sin haber hecho ningún mérito para ocupar ese rol, de ser el que hablaba y tomaba decisiones.
Diego, se refugió cada vez más en Maradona, para que este actúe por él, donde él no podía.
Diego, llegó a ser campeón del mundo y el mejor de su generación, pero Maradona, lo destruyó todo, por darle más y más cabida a esa parte suya que no tenía preparación.
Esto demuestra, que las oportunidades están siempre ahí, latentes. Siempre hay “clubes buscando jugadores”, pero en definitiva, perdurar y tener éxito, depende en reconocer cual de esas oportunidades son para uno, e intentar merecerlas a diario.
No se le puede dar a un pibe fuerte la chance de pelear con Tyson, sólo por ser fuerte. Para llegar a ese nivel, tiene que formar una carrera, un currículum y merecerlo.
No se le puede dar a Malena Galmarini la dirección de AySa, por ejemplo, porque el cargo estaba vacante y había que llenarlo.
Es una posición que requiere conocimiento y formación, en áreas que ella no tiene.
Darle ese trabajo a ella, no es una “oportunidad”, es una irresponsabilidad de quien lo ofrece y quien lo acepta.
La oportunidad, es el cargo a cubrir. Igualdad de oportunidades, sería entrevistar candidatos con los requisitos necesarios, y elegir entre ellos.
Cuando eso no ocurre, y se nombra a dedo, lo que ocurre es simple. Cuando algo no funciona como debiera, en vez de solucionarlo, se le echa la culpa a otro.
Es decir, si una planta en san Martín, que abastece a la villa 31 de CABA, tiene un problema, y Malena y debe resolverlo, como cabeza de ese ente, no puede salir a decir “no tengo idea como arreglarlo”, por lo que es más fácil decir “Larreta, dale agua a la villa 31”
Lo mismo ocurre con la obra pública. Como Katópodis no tiene capacidad en el área, ni intenciones de hacer nada nuevo, y no puede admitirlo, es que por publicidad y efecto, inaugura cosas que en realidad son de otros gobiernos, y que fueron llevadas a cabo y planificadas por gente con sabiduría y méritos.
La lista es extensa y podría seguir mostrando ejemplos, como cancillería, economía y el INADI.
Los países exitosos, sean de la tendencia ideológica que sean, tienen personas idóneas cubriendo cargos importantes.
Quizás el que hoy sea el más indicado para sacar a un país de su deuda, mañana no sea el mejor, para insertar a ese país en el mercado internacional, y deba ser reemplazado.
Pero para reconocer estas distintas etapas, dentro de cada área, la persona que lo maneja todo, debe estar allí también por capacidad y mérito, y no porque su compañera de fórmula así lo decidió.